Chuck Close (Monroe, Washington, 1940) emplea en su pintura, poniendo énfasis en el proceso, la dispersión de marcas neutras sobre una retícula que ha caracterizado la abstracción tardía de los pasados años sesenta y setenta. Sin embargo, el artista no adopta este procedimiento buscando una abstracción plana dependiente de la geometría, sino como resultado de un auténtico deleite en la ilusión representacional. Desde 1968, viene creando impactantes retratos de gran tamaño basados en fotografías frontales de los rostros de las personas, que realiza previamente. Esta exposición explora la serie de variaciones por las que ha pasado su pintura entre 1968 y 2006, y sus constantes desafíos y esfuerzos por lograr que el proceso de creación de sus obras siga siendo innovador y vital.
En los cuadros que Close inició en 1968, la fotografía del rostro de amigos como Richard Serra o Philip Glass o su propio autorretrato se dividía en una cuadrícula y se transfería a otra de mayor tamaño, trazada sobre un lienzo de 270 x 210 cm. Con apenas un dedal de acrílico negro y empleando una pistola pulverizadora y otras herramientas como cuchillas de afeitar y borradores eléctricos, Close realizaba gigantescos retratos que, vistos desde cierta distancia, poseen una gran veracidad fotográfica. De cerca, estos cuadros se llenan de incontables marcas, resultantes de un proceso aparentemente abstracto; marcas neutras en las que no se puede encontrar ninguna huella autógrafa reconocible de la mano del artista. Close intensificó este diálogo entre pintura y reproducción fotográfica cuando, a principio de los años sesenta, comenzó a pintar retratos de cabezas a todo color. Imitando el proceso de reproducción mecánica, depositaba capas independientes de colores primarios hasta obtener el espectro completo de tonos. Pintaba cada capa -roja, amarilla, azul- con una considerable minuciosidad y esfuerzo y conseguía, sorprendentemente, una gama continua de color.
A finales de los años setenta, Close empezó a buscar un medio más físico y directo para lograr sus objetivos, no quería emplear recursos expresivos como los trazos gestuales, agotados en gran medida por la generación anterior de pintores. Utilizando módulos redondos de pasta de papel en diversos tonos de gris, creó una especie de sustituto de la pincelada con el que elaboraba sus retratos. Incluso con un medio tan poco flexible, lograba un parecido considerable, similar al que obtuvo empleando las huellas de tinta de sus propios dedos para crear el impresionante retrato de la abuela de su mujer, en 1985. Sin embargo, la riqueza, la profundidad de la ilusión y la variedad inherentes a los medios pictóricos tradicionales terminaron por hacerle regresar al uso de los pinceles y del óleo. Hacia 1987, diminutas marcas circulares, visiblemente alineadas en la cuadrícula, transformaron sus retratos en brillantes espejismos, más pintados y, a la vez, sistematizados de manera más visible. Alcanzó la homogeneidad no jerárquica, que tan crucial fue para la abstracción moderna, creando a la vez la ilusión de una cabeza tridimensional. En 1988, Close sufrió un aneurisma de la médula espinal que le dejó gravemente paralizado. Decidido a seguir pintando, se sobrepuso a su discapacidad y aprendió a hacerlo con una férula en la mano. Lo hizo tan bien que las pinturas que viene creando desde 1989 parecen la continuación inevitable de las iniciadas en 1987. Ahora, las cabezas están más visiblemente pintadas, con módulos más grandes, lo que incide en el parecido fotográfico y abre el rostro a cierta vulnerabilidad, enfatizando aún más la claridad de procedimiento.
El resurgir del trazo pictórico impulsado por Close en los años ochenta formó parte de un regreso más amplio a una pintura más intuitiva desde el punto de vista visual, que era, no obstante, parcialmente deudora de las técnicas del arte moderno. Las pinturas inspiradas en la caligrafía realizadas por Brice Marden y los delirantes elementos orgánicos de Carroll Dunham pueden considerarse otros ejemplos de este regreso a la pintura, al igual que las abstracciones osadamente impuras de Albert Oehlen. Pero ya a finales de los sesenta, Close, junto con otros artistas coetáneos como Jennifer Bartlett, Joe Zucker y Sigmar Polke, había comenzado a subvertir la abstracción moderna transformándola en figuración y a preparar el terreno para lo que hoy conocemos como postmodernismo.