"Catalizadores" es una exposición que presenta proyectos y procesos participativos que proponen una relación directa en un determinado contexto local. Se trata de un conjunto de propuestas que integra tres componentes esenciales, que se combinan y se relacionen entre ellos, en diferentes grados de interacción: constituyen prácticas artísticas, promueven acciones educativas y se despliegan, sin renunciar a una reflexión crítica política y social, en un territorio o contexto espacial y temporal concreto. Los proyectos que se presentan actúan de catalizadores en relación con los elementos que forman parte del contexto social en el cual se formulan mediante las actuaciones específicas que proponen.
Un catalizador es un elemento capaz de acelerar o retardar una reacción química y quedar inalterado. El catalizador ejerce de mediador entre las sustancias que se tienen que combinar para formar un nuevo elemento. Mientras que en química se aplica a procesos de unión de moléculas, en proyectos artísticos puede adquirir un significado similar si lo aplicamos a personas, lugares, circunstancias o en definitiva a procesos. En este caso se aplica a un conjunto de proyectos que persiguen provocar una serie de reacciones en microcontextos. Desde las prácticas que aquí se plantean, los artistas, los arquitectos, creadores o gestores culturales actúan de catalizadores de una situación, de un espacio habitado, de un servicio o de lugares que nos resultan comunes. Los lugares y situaciones escogidas por los creadores que participan en la exposición, son un conjunto de colectivos que operan desde la autogestión (Santiago Cirugeda), un campo de trabajo de verano para adolescentes (Amasté), un mercado de barrio en situación de transformación (Jordi Canudas), un piso "patera" sobreocupado por inmigrantes (Josep-Maria Martín), un centro hospitalario con los usuarios, los trabajadores y los vecinos (Sinapsis, Tanit Plana y Laia Solé), o el desmantelamiento de un barrio de barracones (Democracia). Los diferentes espacios sobre los cuales se focaliza cada uno de estos proyectos, comparten el hecho de ser lugares donde se realizan actividades que inicialmente no suelen estar vinculados a las prácticas artísticas, pero en ellos late una posibilidad o necesidad de actuación detectada por estos creadores. Estar presente en el lugar para detectar, señalar y para permitir que las cosas sucedan pero también, desaparecer cuando su presencia ya no sea necesaria. Esta es la idea que reside en estos trabajos concretos, que más que entender al creador como autor, se presenta como parte de un engranaje donde actúa de mediador, aglutinador, facilitador o catalizador.
El arte está inmerso en una crisis sistémica que hace que el momento actual sea muy potente a la hora de buscar vías alternativas y desarrollar prácticas que justifiquen su existencia y su tarea en el espacio social. Las prácticas artísticas han desplegado una importante dosis crítica y autocrítica. Hay ganas de introducir cambios, hay mucha gente moviendo proyectos para poderlos llevar a cabo y todos necesitan aprender de la metodología de los otros para ser cada vez más efectivos. Se plantea la posibilidad de generar nuevas estructuras autogestionadas, la opción de proponer alternativas a las relaciones con la institución, la construcción de microespacios de resistencias movilizadas o la subversión de dinámicas existentes; este es el motivo de promover acciones catalizadoras que pueden afectar tanto la institución artística, la educativa, como ciertas estructuras socioculturales.
Los proyectos que se generan desde las prácticas artísticas colaborativas basadas en procesos extendidos en el tiempo, plantean problemas a la hora de sintetizarlos en una exposición. El arte que se genera en estas circunstancias en muchos casos plantea problemas de visualización en los espacios tradicionales de representación. En este tipo de trabajos son muy importantes numerosos elementos como las discusiones, los encuentros, las vivencias, los acuerdos, etc., todos ellos son parte imprescindible del proceso de socialización creativa. En muchos casos constituyen la obra misma. Estos tipos de procesos no son fácilmente traducibles en el limitado espacio expositivo, aún esencial en el ámbito del arte. Los proyectos basados en procesos colaborativos y participativos no pueden analizarse desde una lógica de la habitual puesta en escena, forman parte de un territorio de transversalidad que activa nuevas prácticas culturales que podrán incidir de manera activa en el contexto social.
En este caso, en vez de hablar de arte, arquitectura, dinamización social, periodismo, legislación o cualquier otra disciplina que tenga relación con algunos matices que tienen los trabajos que se presentan en "Catalizadores", tenemos que hablar de acción cultural. Una acción cultural consistente en establecer puentes entre las personas y el proyecto, para permitir que estas participen en el universo cultural. El proyecto actúa como mediador para que las personas se relacionen y desarrollen su dimensión creativa en un ámbito común o compartido. Plantear que estos proyectos formen parte de una acción cultural, es reconocer que son proactivos en una tarea socializadora en la cual se fomenta el espíritu crítico, se formulan alternativas a partir de la creatividad, se construye una experiencia de coparticipación y en algunos casos, induce a una continuidad a largo plazo: actuando de germen, vivero, herramienta o reactivador de otros proyectos.